“Pero de Tideo no me acuerdo, porque aún pequeño me dejó, cuando en Tebas pereció la hueste de los aqueos” (Homero. Ilíada. Canto VI, 222)

Se toma la PATHE con dirección a Lamía y un enlace de la autopista nos lleva a Tebas.

Trozos de cerámica del periodo Neolítico, que dan fe de una probable ocupación, se han encontrado en Πυρί, al NO de Tebas, y en el sector norte de de la Kadmeía. Pero, restos que no ofrecen dudas de la ocupación durante el Neolítico se han encontrado recientemente en el valle al NE de Tebas. Tebas fue habitada sin interrupciones desde el Bronce Antiguo hasta hoy en día. Durante el periodo protoheládico (2800 – 1900 a.C.) se desarrolló un denso y amplio poblamiento, parte del cual han sacado a la luz las excavaciones. Hubo en Tebas un importante asentamiento también durante el periodo mesoheládico (1900 – 1600 a.C.). Sin embargo, el rico ciclo mitológico, el cual parece que contiene datos históricos, y la investigación arqueológica durante más de cien años ponen de manifiesto que el periodo de mayor esplendor de la ciudad corresponde con la época micénica. Un primer palacio, denominado “viejo Kadmeío”, fue destruido por un ataque enemigo. Un nuevo palacio, el “nuevo Kadmeío” fue construido después muy cerca del primero. Su destrucción fue repentina y sucedió a finales del siglo XIII a.C., cuando la ciudad se encontraba en su apogeo. Fue producida por un incendio probablemente causado por un terremoto. Después de la caída del palacio, algunos grupos de población permanecieron en el lugar y conservaron vivas sus tradiciones. Con el tiempo se crearon pequeños núcleos de población en torno a la Kadmeía, incluso, ocuparon una parte de ella, dejando el resto para necrópolis. Del protogeométrico y el geométrico medio no se han encontrado huellas de ocupación, pero, con seguridad, la Kadmeía volvió a ser habitada durante finales del periodo geométrico. En esta época la ciudad era un importante centro cultural, el más importante de Beocia, con influencias del Ática, Eubea, las Cícladas, Corinto y Argos y en ella se desarrollaron importantes talleres cerámicos y metalúrgicos. Desde principios de los tiempos históricos se crearon en Beocia diferentes ciudades autónomas, entre las cuales destacaban Tebas y Orchomenós. A pesar de su autonomía, estas dos ciudades tenían lazos entre ellas y muy pronto, en el 520 a.C., fundaron un estado federal, la famosa Liga Beocia, una confederación de ciudades contra sus enemigos comunes los tesalios y los atenienses. Centros de la Liga eran dos grandes santuarios: el de Atenea Itonía en Κορώνεια y el de Poseidón en Ογχηστός. La jefatura de la Liga se encontraba en Tebas. La dura política que impuso provocó el desagrado de varias ciudades que decidieron separase de la Liga. Así, a finales del siglo VI a.C., Platea y otras muchas ciudades se aliaron con Atenas. La guerra se hizo inevitable y en ella vencieron los tebanos lo que fue el origen de una secular enemistad entre atenienses y beocios. Durante las guerras médicas, Tebas, junto con el resto de ciudades beocias, se aliaron con los persas porque pensaban que sólo de esta manera podían conservar la cohesión de la Confederación. Sólo Platea y Tespia se aliaron con el resto de los griegos. La victoria de Platea en el 479 a.C. hizo que Tebas perdiera la jefatura de la Liga Beocia, jefatura que volvería a recuperar en el 446 a.C. tras la derrota ateniense en Κορώνεια. En la guerra del Peloponeso los beocios participaron del lado de los lacedemonios. La guerra empieza en 431 a.C. con el ataque de los tebanos a los platenses que eran aliados de los atenienses. En 424 a.C., los tebanos vencieron a los atenienses en la batalla de Delio y reforzaron su posición en la jefatura de la Liga Beocia. Después de la guerra, las aspiraciones económicas y territoriales tebanas no fueron atendidas por los espartanos por lo que se llegó al extremo de formar una alianza con los atenienses. Esparta ocupa Beocia con la ayuda del rey de los persas y con la Paz del Rey de 386 a.C. Beocia se ve obligada a disolver su Liga. En 382 a.C. los espartanos gobernaban Tebas y construyeron una fortaleza en la acrópolis dela Cadmía. Algunos años después, en 379 a.C., los tebanos consiguieron deshacerse del yugo espartano y los lacedemonios respondieron con tres campañas contra suelo beocio sin éxito. En 377 a.C., cuando los atenienses fundaron la Segunda Liga Ateniense los tebanos participaron en ella. Entre tanto, Tebas se dedicó a reunificar la liga Beocia. En esta nueva Liga las decisiones las tomaba la Ekklesia del Demos y su ejecución el cuerpo de los beotarcas. Tebas tenía nuevamente la jefatura de la Liga con cuatro beotarcas entre los cuales estaban los famosos Pelópidas y Epaminondas. La exigencia de los tebanos de firmar la paz con Esparta en 371 a.C. como representantes de la Liga Beocia, condujo al decisivo enfrentamiento entre espartanos y tebanos que tuvo lugar en Leuctra que acabó con la victoria tebana gracias a una nueva estrategia militar de Epaminondas y a la valentía del llamado Batallón Sagrado de Pelópidas. Como recuerdo de esta batalla, los beocios levantaron en la llanura donde tuvo lugar la batalla un trofeo de mármol con nueve escudos grabados, parte del cual se ha restaurado hoy en día. Después de la batalla de Leuctra, Tebas se convirtió en la primera ciudad de Grecia, posición que ocupó hasta el año 362 a.C. cuando el ejército tebano al mando de Epaminondas (quien murió en la batalla) fue derrotado en Mantinea por los espartanos y sus aliados, entre los cuales estaban los atenienses. Tebas deja a los macedonios la primacía en Grecia cuando tebanos y atenienses son derrotados en la batalla de Queronea en el 338 a.C. Después de esta victoria, Filipo II instaló un sistema oligárquico en todas las ciudades beocias y una guarnición macedónica en la Kadmeía. La Liga Beocia no se disolvió, pero los tebanos perdieron su posición preponderante en ella. Cuando después de la muerte de Filipo II (336 a.C.) los tebanos intentaron expulsar a las fuerzas macedonias de la Cadmía, llegó de repente Alejandro con su ejército (335 a.C.) y ocupó la ciudad realizando una feroz matanza a la que siguió la destrucción de la ciudad y la esclavitud de sus habitantes. Este hecho supuso la práctica desaparición de la ciudad convirtiéndose en tierra desierta sin ninguna posibilidad de desarrollo. Su territorio fue repartido entre las ciudades beocias de su alrededor y la ciudad dejó de existir. Después de la catástrofe la Kadmeía volvió a ser ocupada por una guarnición macedónica. Las cosas cambiaron para Tebas veinte años después, cuando en 316/315 a.C. el rey macedonio Casandro decidió reconstruirla lo que obligó a las ciudades beocias que se habían beneficiado de la adición de territorio tebano a devolverlo. La reconstrucción de la ciudad y la vuelta de los ciudadanos que la habían abandonado en su momento duró bastantes años. Lo primero que hizo Casandro fue reconstruir la muralla de la Ciudad Baja. Tebas sería utilizada hasta el 287 a.C. como base para las campañas macedónicas. En 290 a.C. Tebas cayó en manos de Demetrio Poliorcetes sin que fuera destruida. En 288 a.C. Demetrio expulsó a la guarnición macedónica de la ciudad y concedió autonomía a los tebanos. En 287 a.C. la ciudad volvió a ganarse la simpatía de las ciudades beocias vecinas y volvió a integrarse en la Liga Beocia sin tener, sin embargo, la primacía. En 245 a.C. tomó parte, como miembro de la Liga Beocia, en la batalla de Queronea contra los etolios a los que vencieron. Desde entonces, y hasta el 198 a.C., la ciudad no tomó parte en ninguna campaña militar. En 197 a. C., fue conquistada por Roma.

Después del entierro de Telefasta, Cadmo y sus compañeros fueron al oráculo délfico. Cuando Cadmo preguntó dónde se podía encontrar a Europa, la pitonisa le aconsejó que abandonara su búsqueda y, en cambio, siguiera a una vaca y edificara una ciudad allí donde se dejara caer fatigada. Partiendo por el camino que lleva de Delfos a la Fócide Cadmo encontró algunos vaqueros al servicio del rey Pelagonte quienes le vendieron una vaca marcada con una luna llena blanca en cada ijada. Condujo a ese animal hacia el este a través de Beocia sin permitirle que se detuviera hasta que por fin se acostó donde se halla ahora la ciudad de Tebas, y allí erigió una imagen de Atenea, a la que llamó por su nombre fenicio de Onga. Cadmo advirtió a sus compañeros que la vaca debía ser sacrificada a Atenea sin demora y los envió en busca del agua lustral de la Fuente de Ares, llamada ahora la Fuente Castalia, pero no sabía que estaba guardada por una gran serpiente. Esta serpiente mató a la mayoría de los hombres de Cadmo y él se vengó aplastándole la cabeza con una roca. Tan pronto como ofreció el sacrificio a Atenea se le apareció ella, lo elogió por lo que había hecho y le ordenó que sembrara en la tierra los dientes de la serpiente. Cuando él la obedeció, inmediatamente surgieron de la tierra Espartos u Hombres Sembrados armados, quienes chocaban sus armas. Cadmo arrojó una piedra entre ellos y empezaron a alborotarse, acusándose mutuamente de haberla arrojado, y pelearon tan ferozmente que al final sólo cinco quedaron vivos: Equión, Udeo, Ctonio, Hiperenor y Peloro, quienes unánimemente ofrecieron a Cadmo sus servicios. Pero Ares exigió venganza por la muerte de la serpiente y Cadmo fue condenado por un tribunal divino a ser su esclavo durante un Gran Año. Según Graves, Heracles tirio, a quien Teseo rendía culto en Olimpia, era el dios Melkarth, y una pequeña tribu que hablaba un lenguaje semita parece haberse trasladado desde las llanuras sirias hasta Cadmea en Caria —Cadmo es una palabra semita que significa «oriental»—, desde donde cruzaron a Beocia hacia el final del segundo milenio, se apoderaron de Tebas y se hicieron los amos del país. El mito de los Hombres Sembrados y la esclavitud de Cadmo a Ares indican que los cadmeos invasores aseguraron su dominio en Beocia interviniendo con buen éxito en una guerra civil entre las tribus pelasgas que pretendían ser autóctonas, y que aceptaron el gobierno local por el rey sagrado durante un período de ocho años. Cadmo mató a la serpiente en el mismo sentido en que Apolo mató a la Pitón en Delfos. Cuando Cadmo hubo servido durante ocho años a Ares como esclavo, para expiar la muerte de la serpiente castalia, Atenea le otorgó la región de Beocia. Con la ayuda de sus Hombres Sembrados construyó la Acrópolis de Tebas, llamada «la Kadmeía» en su honor, y, después de iniciarse en los misterios que Zeus había enseñado a Yasión, se casó con Harmonía, hija de Afrodita y Ares; algunos dicen que Atenea se la había dado cuando visitó Samotracia. Esta fue la primera boda de seres mortales a la que asistieron los olímpicos. Se instalaron doce tronos de oro para ellos en la residencia de Cadmo, situada donde se halla ahora el mercado de Tebas; y todos ellos llevaron regalos. Afrodita regaló a Harmonía el famoso collar de oro hecho por Hefesto —originalmente había sido el regalo de amor de Zeus a la hermana de Cadmo, Europa— que confería a quien lo llevaba una belleza irresistible. Atenea le regaló una túnica dorada que también confería la dignidad divina a quien la llevaba, y también, un surtido de flautas; Hermes, una lira. El regalo de Cadmo a Harmonía fue otra hermosa túnica. Y Electra, madre de Yasión, le enseñó los ritos de la Gran Diosa, en tanto que Deméter le aseguró una abundante cosecha de cebada acostándose con Yasión en un campo arado tres veces durante las celebraciones. Los tebanos muestran todavía el lugar en que las Musas tocaban la flauta y cantaban en esa ocasión y en que Apolo tocó la lira. En su ancianidad, para aplacar a Ares, quien todavía no le había perdonado por completo por haber matado a la serpiente, Cadmo renunció al trono de Tebas en favor de su nieto Penteo, a quien su hija Agave había tenido con Equión, el Hombre Sembrado, y que vivía tranquilamente en la ciudad. Según Graves, el casamiento de Cadmo con Harmonía en presencia de los doce dioses olímpicos corre parejo con el casamiento de Peleo con Tetis, y parece registrar un reconocimiento helénico general de los conquistadores cadmeos de Tebas, después de haber sido patrocinados por los atenienses e iniciados decentemente en los Misterios samotracios. En Tebas, según lo dispuesto por las Ninfas, se casa Aristeo con Antinoe, hija de Cadmo y Harmonía. Con ella engendrará después a Macris, la futura nodriza de Diónisos, y al desafortunado Acteón. Zeus, disfrazado de mortal, tenía un amorío secreto con Sémele («luna»), hija del rey Cadmo de Tebas, y la celosa Hera, disfrazada de vecina anciana, aconsejó a Sémele, que entonces estaba ya embarazada de seis meses, que le hiciera a su amante misterioso una petición: que no siguiera engañándola y se le manifestara en su verdadera naturaleza y forma. De otro modo, ¿cómo podía saber que él no era un monstruo? Sémele siguió su consejo y cuando Zeus rechazó su súplica, ella le negó nuevo acceso a su lecho. Entonces, Zeus se encolerizó; se le apareció en la forma de trueno y rayo e incendió el palacio, pereciendo Sémele. Pero Hermes salvó a su hijo seismesino: lo cosió dentro del muslo de Zeus para que madurara allí tres meses más, y a su debido tiempo asistió al parto. Por eso a Diónisos se le llama «nacido dos veces» o «el hijo de la puerta doble». Según Graves, el relato de Sémele, hija de Cadmo, parece recordar la acción sumaria emprendida por los helenos de Beocia para terminar con la tradición del sacrificio regio: Zeus olímpico afirma su poder, toma al rey condenado bajo su protección y destruye a la diosa con su propio rayo. Diónisos se hace así inmortal, después de renacer de su padre inmortal. Sémele era adorada en Atenas durante las Leneas, el festival de las mujeres desenfrenadas, cuando un toro que representaba a Diónisos era cortado en nueve pedazos y sacrificado a la diosa anualmente: un pedazo era quemado y los otros comidos crudos por los adoradores. Sémele es explicada habitualmente como una forma de Selene («luna») y nueve era el número tradicional de las sacerdotisas orgiásticas de la luna en esos festivales. Algunos dicen que cuando Zeus sedujo a Antíope, hija de Nicteo el tebano, ella huyó al palacio del rey de Sición, quien accedió a casarse con ella, y eso ocasionó una guerra en la que murió Nicteo. Lico, el tío de Antíope, venció poco después a los sicionios en una batalla sangrienta y llevó a Antíope, ya viuda, de vuelta a Tebas. Después de dar a luz en un soto situado junto al camino a los mellizos Anfión y Zeto, a los que Lico abandonó inmediatamente en el monte Citerón, fue maltratada cruelmente durante muchos años por su tía Dirce. Al fin consiguió escaparse de la prisión en que estaba encerrada y huyó a la choza en que vivían entonces Anfión y Zeto, a quienes había salvado un vaquero transeúnte. Pero ellos tomaron equivocadamente a Antíope por una esclava huida y se negaron a darle albergue. Dirce corrió allá presa de un frenesí báquico, se apoderó de Antíope y la arrastró fuera de la choza. Los mellizos salieron inmediatamente en su persecución, salvaron a Antíope y ataron a Dirce por el cabello a los cuernos de un toro bravo que en seguida terminó con ella. Otros dicen que el río Asopo era el padre de Antíope y que una noche el rey de Sición se disfrazó de Lico, con quien ella estaba casada, y la sedujo. Como consecuencia Lico se divorció de Antíope y se casó con Dirce, dejando así a Zeus en libertad para cortejar a la solitaria Antíope y dejarla encinta. Dirce, sospechando que eso era obra de Lico, encerró a Antíope en un calabozo oscuro, del cual, no obstante, la sacó Zeus justo a tiempo para que diera a luz a Anfión y Zeto en el monte Citerón. Los mellizos se criaron entre los vaqueros con los que se había refugiado Antíope, y cuando tuvieron bastante edad para comprender lo mal que había sido tratada su madre, ella les incitó a que la vengasen. Encontraron a Dirce vagando por las laderas del monte Citerón presa de un frenesí báquico, la ataron por el cabello a los cuernos de un toro bravo y cuando estuvo muerta arrojaron su cuerpo al suelo, donde surgió una fuente, llamada luego la Fuente Dircea. Pero Dioniso vengó la muerte de su adoradora; hizo que Antíope recorriese enfurecida toda Grecia hasta que por fin Foco, un nieto de Sísifo, la curó y se casó con ella en la Fócida. Anfión y Zeto fueron a Tebas, donde expulsaron al rey Layo y edificaron la ciudad baja (Anfión fue el artífice de la construcción de las murallas y de las famosas siete puertas de la ciudad). Cadmo había construido ya la alta. Ahora bien, Zeto se burlaba con frecuencia de Anfión por su afición a la lira que le había dado Hermes. «Te distrae —le decía— del trabajo útil.» Pero cuando se hicieron albañiles, las piedras de Anfión se movían al son de su lira y se colocaban suavemente en su lugar en tanto que Zeto se veía obligado a emplear la fuerza y se rezagaba mucho en comparación con su hermano. Los mellizos gobernaron conjuntamente en Tebas, donde Zeto se casó con Tebas, cuyo nombre lleva ahora la ciudad, que anteriormente se llamaba Cadmía; y Anfión se casó con Níobe. Pero todos sus hijos, excepto dos, fueron muertos por Apolo y Artemis, a cuya madre Leto ella había ofendido. Anfión mismo fue muerto por Apolo por haber tratado de vengarse de los sacerdotes délficos, y además se le castigó en el Tártaro. Anfión y Zeto están enterrados en una sola tumba de Tebas, que es guardada cuidadosamente cuando el sol está en Tauro; pues entonces los habitantes de Titorea en Fócide tratan de robar tierra del túmulo y colocarla en la tumba de Foco y Antíope. Un oráculo dijo en una ocasión que este acto aumentaría la fertilidad de toda Fócide a expensas de Tebas. Según Graves, estas dos versiones del mito de Dirce muestran lo libres que se sentían los mitógrafos para hacer que su narración se ajustase a los elementos principales de una tradición literaria que, en este caso, parece haber sido deducida de una serie de imágenes sagradas. Antíope saliendo alegremente de su calabozo y seguida por la ceñuda Dirce recuerda la reaparición anual de Core en compañía de Hécate. En este contexto se la llama Antíope («haciendo frente» porque tiene el rostro levantado hacia el cielo y no inclinado hacia el Infierno, e «Hija de la Noche» — Nicteis o Nicteo— porque sale de la oscuridad. El «furor en la montaña» de Dirce y Antíope ha sido interpretado erróneamente como una orgía báquica; la suya era claramente una danza del tábano erótica, en la que actuaban como novillas de la Luna en celo. El nombre de Dirce («doble») se refiere a los cuernos de la luna y la imagen de la que está tomado el mito la mostraría, no atada al toro como castigo, sino casándose ritualmente con el rey-toro. La fuente Dircea, como la Hipocrene, debían tener forma de luna. Los hijos de Antíope son los mellizos familiares que daba a luz la diosa Luna: su rey sagrado y el sucesor de éste. Layo, hijo de Lábdaco se casó con Yocasta y gobernó en Tebas. Afligido por no haber tenido hijos durante largo tiempo, consultó en secreto con el oráculo de Delfos, el cual le informó que esa aparente desgracia era un beneficio, porque cualquier hijo nacido de Yocasta sería su asesino. En consecuencia, repudió a Yocasta, aunque sin darle explicación alguna de su decisión, cosa que le ofendió a ella de tal modo que, después de hacer que se emborrachara, consiguió mañosamente que volviera a sus brazos en cuanto hubo anochecido. Cuando, nueve meses después, Yocasta dio a luz un hijo, Layo lo arrancó de los brazos de la nodriza, le taladró los pies con un clavo, se los ató el uno al otro y lo dejó abandonado en el monte Citerón. Pero las Parcas habían decidido que ese niño llegara a una vejez lozana. Un pastor corintio lo encontró, le llamó Edipo porque sus pies estaban deformados por las heridas hechas con el clavo, y lo llevó a Corinto, donde el rey Pólibo reinaba en aquel momento junto con su esposa Peribea. Un día, habiéndole vituperado un joven corintio diciéndole que no se parecía lo más mínimo a sus supuestos padres, Edipo fue a preguntar al oráculo de Delfos qué era lo que le reservaba el futuro. «¡Aléjate del altar, desdichado! —le gritó la pitonisa, con repugnancia— ¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!» Como Edipo amaba a Pólibo y Peribea y no deseaba causarles un desastre, decidió inmediatamente no volver a Corinto. Pero sucedió que en el estrecho desfiladero entre Delfos y Dáulide se encontró con Layo, quien le ordenó ásperamente que saliese del camino y dejara pasar a sus superiores. Se debe explicar que Layo iba en carro y Edipo a pie. Edipo replicó que no reconocía más superiores que los dioses y sus propios padres. Layo ordenó a su cochero, Polifontes, que siguiera adelante. Una de las ruedas magulló el pie de Edipo, quien, impulsado por la ira, mató a Polifontes con la lanza. Luego derribó a Layo, quien cayó al camino enredado en las riendas, fustigó a los caballos e hizo que éstos lo arrastraran y le mataran. El rey de Platea tuvo que enterrar ambos cadáveres. Layo se estaba dirigiendo al oráculo para preguntarle cómo podía librar a Tebas de la Esfinge. Este monstruo era hija de Tifón y Equidna o, según dicen algunos, del perro Ortro y la Quimera, y había volado a Tebas desde la parte más distante de Etiopía. Se la reconocía fácilmente por su cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de serpiente y alas de águila. Hera había enviado recientemente a la Esfinge para castigar la ciudad de Tebas porque Layo había raptado en Pisa al niño Crisipo; habiéndose instalado en el monte Picio, cerca de la ciudad, proponía a cada viajero tebano que pasaba por allí un enigma que le habían enseñado las Tres Musas: «¿Qué ser, con sólo una voz, tiene a veces dos pies, a veces tres, a veces cuatro y es más débil cuantos más pies tiene?» A los que no podían resolver el enigma los estrangulaba y devoraba en el acto, y entre esos infortunados estaba Hemón, el sobrino de Yocasta. Edipo, quien se acercaba a Tebas inmediatamente después de haber matado a Layo, adivinó la respuesta: «El hombre —contestó—, porque se arrastra a gatas cuando es niño, se mantiene firmemente en sus dos pies en la juventud, y se apoya en un bastón en la vejez.» La Esfinge, mortificada, saltó desde el monte Picio y se despedazó en el valle de abajo. En vista de esto los tebanos, agradecidos, aclamaron a Edipo como rey, y se casó con Yocasta, ignorando que era su madre. Entonces una peste invadió Tebas y cuando se consultó una vez más al oráculo de Delfos, contestó: «¡Expulsad al asesino de Layo!» Edipo, que no sabía con quién se había encontrado en el desfiladero, maldijo al asesino de Layo y lo condenó al destierro. El ciego Tiresias, el adivino más famoso de Grecia en esa época, pidió a Edipo una audiencia. Tiresias se presentó en la corte de Edipo, apoyándose en el bastón de madera de cornejo que le había dado Atenea, y reveló a Edipo la voluntad de los dioses: que la peste cesaría solamente si un Hombre Sembrado moría en beneficio de la ciudad. El padre de Yocasta, Meneceo, uno de los que habían brotado de la tierra cuando Cadmo sembró los dientes de la serpiente, se arrojó inmediatamente de las murallas, y toda Tebas elogió su abnegación cívica. Tiresias anunció luego: “Meneceo ha obrado bien y la peste cesará. Pero los dioses tienen en consideración a otro de los Hombres Sembrados, uno de la tercera generación pues ha matado a su padre y se ha casado con su madre. ¡Sabed, reina Yocasta, que ese hombre es tu marido Edipo!”. Al principio nadie quiso creer a Tiresias, pero pronto sus palabras quedaron confirmadas por una carta de Peribea desde Corinto. Escribía que la súbita muerte del rey Pólibo le permitía ahora revelar las circunstancias de la adopción de Edipo, y lo hacía con detalles condenatorios. Yocasta se ahorcó de vergüenza y de pena y Edipo se cegó con un alfiler que tomó de los vestidos de ella. Algunos dicen que, aunque atormentado por las Erinias, que le acusaban de haber causado la muerte de su madre, Edipo siguió reinando en Tebas durante un tiempo, hasta que murió en una batalla. Según otros, sin embargo, el hermano de Yocasta, Créonte, le expulsó, pero no antes que maldijera a Eteocles y Polinices —que eran al mismo tiempo hijos y hermanos suyos— cuando insolentemente le enviaron la parte inferior de un animal sacrificado, o sea el anca en vez del cuarto delantero que correspondía al rey. En consecuencia, observaron sin derramar lágrimas cómo abandonaba la ciudad que había librado del poder de la Esfinge. Después de vagar durante muchos años de un país a otro, guiado por su fiel hija Antígona, Edipo llegó por fin a Colono en el Ática, donde las Erinias, que tienen allí un bosquecillo, le persiguieron hasta matarlo, y Teseo enterró su cadáver en el recinto de los Solemnes de Atenas, y lo lloró al lado de Antígona. Según Graves, la fábula de Layo, Yocasta y Edipo ha sido deducida de una serie de iconos sagrados mediante una corrupción deliberada de su significado. El asesinato de Layo es un recuerdo de la muerte ritual del rey solar por su sucesor: derribado de un carro y arrastrado por los caballos cuando terminaba el primer año de su reinado. La anécdota de la Esfinge ha sido deducida, evidentemente, de una ilustración en que aparecía la diosa Luna alada de Tebas, cuyo cuerpo compuesto representa las dos partes del año tebano —el león a la parte creciente y la serpiente a la parte menguante— y a quien el nuevo rey ofrece sus devociones antes de casarse con su sacerdotisa, la Reina. Parece también que el enigma que la Esfinge aprendió de las Musas ha sido inventado para explicar una ilustración de un infante, un guerrero y un anciano, los tres adorando a la diosa triple: cada uno de ellos rinde homenaje a una persona diferente de la tríada. Pero la Esfinge, vencida por Edipo, se mató, y lo mismo hizo su sacerdotisa Yocasta. ¿Fue Edipo un invasor de Tebas en el siglo XIII que suprimió el antiguo culto de la diosa y reformó el calendario? Bajo el viejo sistema, el nuevo rey, aunque extranjero, había sido teóricamente un hijo del rey viejo al que mató y con cuya viuda se casó; costumbre que los invasores patriarcales tergiversaron considerándola como parricidio e incesto. Aunque los patriotas tebanos, poco dispuestos a admitir que Edipo era un extranjero que tomó su ciudad por asalto, preferían hacer de él el heredero perdido del reino, la verdad es revelada por la muerte de Meneceo, miembro de la raza pre-helena que celebraba el festival de las Pelonas en memoria del demiurgo Ofión, de cuyos dientes pretendían haber nacido. Se lanzó a la muerte con la esperanza desesperada de aplacar a la diosa. Sin embargo, murió en vano; de otro modo la Esfinge y su suprema sacerdotisa no se habrían visto obligadas a suicidarse. La fábula de la muerte de Yocasta por ahorcamiento es probablemente un error; se dice que la Helena del culto del olivo, lo mismo que Erígone y Ariadna del culto del vino, murieron de ese modo, quizá para explicar las figurillas de la diosa Luna que colgaban de las ramas de los árboles en los huertos como un talismán de la fertilidad. En Tebas se utilizaban figurillas análogas y cuando Yocasta se suicidó lo hizo indudablemente arrojándose desde una roca, lo mismo que la Esfinge. La aparición de «Tiresias», título común de los adivinos en toda historia legendaria de Grecia indicaba que Zeus le había concedido a Tiresias una vida notablemente larga. Sobreviven dos relatos incompatibles de la muerte de Edipo. Según Homero, murió gloriosamente en batalla. Según Apolodoro e Higinio, fue desterrado por el hermano de Yocasta, un miembro de la casa real cadmea, y vagó como mendigo ciego por las ciudades de Grecia hasta que llegó a Colono, en el Ática, donde las Furias le persiguieron hasta darle muerte. Según la fábula no homérica, el desafío de la diosa de la ciudad por Edipo fue castigado con el destierro, y él murió luego víctima de sus temores supersticiosos. Es probable que sus innovaciones fuesen repudiadas por los tebanos conservadores; y, ciertamente, la renuencia de sus hijos y hermanos a concederle el cuarto delantero de la víctima sacrificada equivalía a negarle su autoridad divina. ¿Trató Edipo, como Sísifo, de sustituir las leyes de sucesión matrilineales por las patrilineales y le desterraron sus súbditos? Parece probable. Teseo de Atenas, otro revolucionario patriarcal del Istmo, quien destruyó el antiguo clan ateniense de los Palántidas, es asociado por los dramaturgos atenienses con el entierro de Edipo, y también fue desterrado al final de su reinado. Tiresias figura aquí dramáticamente como el profeta de la deshonra final de Edipo, pero la fábula, tal como sobrevive, parece haber sido invertida. En un tiempo puede haber sido algo así: “Edipo de Corinto conquistó Tebas y llegó a ser rey casándose con Yocasta, una sacerdotisa de Hera. Luego anunció que el reino pasaría en adelante de padre a hijo siguiendo la línea masculina, que es una costumbre corintia, en vez de seguir siendo el don de Hera la Estranguladora. Edipo confesó que se sentía deshonrado por haber dejado que los caballos del carro arrastraran y dieran muerte a Layo considerado su padre, y por haberse casado con Yocasta, quien le había hecho rey mediante una ceremonia de renacimiento. Pero cuando trató de cambiar estas costumbres, Yocasta se suicidó como protesta y Tebas fue víctima de una peste. Por consejo de un oráculo, los tebanos negaron entonces a Edipo la paletilla sagrada y le desterraron. Murió en una tentativa inútil de reconquistar su trono mediante la guerra”. Tantos príncipes visitaron Argos con la esperanza de casarse con Egiea o Deípile, las hijas del rey Adrasto, que, temiendo hacerse enemigos si escogía a dos de ellos como yernos, consultó con el oráculo de Delfos. La respuesta de Apolo fue: «Unce a un carro de dos ruedas el jabalí y el león que luchan en tu palacio.» Entre los menos afortunados de esos pretendientes se hallaban Polinices y Tideo. Polinices y su mellizo Eteocles habían sido elegidos co-reyes de Tebas después del destierro de Edipo, su padre. Convinieron en reinar durante años alternados, pero Eteocles, a quien le tocó el primer plazo, no quiso entregar el trono al final del año, alegando la mala disposición mostrada por Polinices, y lo desterró de la ciudad. Tideo, hijo de Éneo de Calidón, había matado a su hermano Melanipo en una cacería; aunque alegaba que se trataba de un accidente, se había profetizado que Melanipo le mataría a él y en consecuencia los calidonios sospechaban que había tratado de prevenir su destino y lo desterraron a él también. Ahora bien, el emblema de Tebas es un león y el de Calidonia un jabalí, y los dos pretendientes fugitivos exhibían esas figuras en sus escudos. Esa noche, en el palacio de Adrasto, comenzaron a disputar sobre las riquezas y las glorías de sus ciudades respectivas y habría habido un asesinato si Adrasto no los hubiera separado y reconciliado. Luego, teniendo en cuenta la profecía, casó a Egiea con Polinices y a Deípile con Tideo, con la promesa de restablecer a ambos príncipes en sus reinos, pero dijo que primeramente marcharían sobre Tebas, que quedaba más cerca. Adrasto reunió a sus jefes argivos: Capaneo, Hipomedonte, su cuñado Anfiarao el adivino, y su aliado arcadio Partenopeo, hijos de Meleagro y Atalanta, y les pidió que se armaran y partieran hacia el este. Sólo uno de esos paladines se mostró mal dispuesto a obedecer: era Anfiarao, quien, previendo que todos ellos, excepto Adrasto, morirían luchando contra Tebas, al principio se negó a ir. Sucedió que Adrasto había disputado anteriormente con Anfiarao respecto a los asuntos de estado argivos y los dos hombres enfurecidos habrían podido matarse mutuamente de no ser por Enfile, la hermana de Adrasto, que estaba casada con Anfiarao. Tomando su rueca, se interpuso entre ellos, les sacó las espadas a golpes y les hizo jurar que acatarían siempre su decisión en cualquier disputa futura. Informado de este juramento, Tideo llamó a Polinices y le dijo: —Enfile teme que esté perdiendo su belleza; ahora bien, si tú le ofreces el collar mágico que fue el regalo de boda de Afrodita a tu antepasada Harmonía, la esposa de Cadmo, pronto arreglaría la disputa entre Anfiarao y Adrasto obligándole a él a venir con nosotros. Esto se hizo discretamente y partió la expedición encabezada por los siete paladines: Polinices, Tideo y los cinco argivos. Pero algunos dicen que Polinices no era uno de los siete y agregan el nombre del argivo Eteoclo, hijo de Ifis. Su marcha los llevó a través de Nemea, donde reinaba Licurgo. Cuando pidieron permiso para que sus soldados pudieran beber en su región, Licurgo se lo dio y su sierva Hipsípila los condujo al manantial más próximo. Hipsípila era una princesa lemnea, pero cuando las mujeres de Lemnos juraron matar a todos sus hombres en venganza por el daño que les habían hecho, ella salvó la vida de su padre Toante, por lo que la vendieron inmediatamente como esclava, y allí estaba, como niñera de Ofeltes, el hijo de Licurgo. Dejó al niño un momento mientras guiaba al ejército argivo al manantial, ocasión que aprovechó una serpiente para enroscarse alrededor de la criatura y morderla mortalmente. Adrasto y sus soldados volvieron del manantial demasiado tarde para hacer otra cosa que matar a la serpiente y enterrar al niño. Cuando Anfiarao les advirtió que ésa era una señal de mal agüero, ellos instituyeron los Juegos Nemeos en honor del niño. Cuando llegaron a Citerón, Adrasto envió a Tideo como heraldo para que exigiese a los tebanos que Eteocles abdicase el trono en favor de Polinices. Al ser rechazada esa exigencia, Tideo desafió a sus jefes a combate singular, uno después de otro, y salió victorioso de todos los encuentros; pronto no hubo ya más tebanos que se atreviesen a presentarse. Entonces los argivos se acercaron a las murallas de la ciudad, y cada uno de los paladines se apostó delante de una de las siete puertas. El adivino Tiresias, con quien consultó Eteocles, profetizó que los tebanos saldrían victoriosos sólo si un príncipe de la casa real se ofrecía voluntariamente como sacrificio a Ares; inmediatamente Meneceo, el hijo de Creonte, se dio muerte delante de las puertas, así como su homónimo y abuelo se había arrojado de cabeza desde las murallas en una ocasión anterior. La profecía de Tiresias se realizó: los tebanos fueron derrotados en una escaramuza y se retiraron a la ciudad, pero tan pronto como Capaneo colocó una escala de sitio contra la muralla y comenzó a subir por ella, Zeus lo mató con un rayo. Al ver eso, los tebanos se envalentonaron, hicieron una salida furiosa y mataron a otros tres de los siete paladines; y uno de ellos, que por casualidad se llamaba Melanipo, hirió a Tideo en el vientre. Atenea sentía afecto por Tideo y, compadecida de él cuando yacía medio muerto, se apresuró a pedir a su padre Zeus un elixir infalible que muy pronto le habría puesto de nuevo en pie. Pero Anfiarao odiaba a Tideo porque había obligado a los argivos a marchar y, como era perspicaz, corrió adonde estaba Melanipo y le cortó la cabeza. «¡Esta es tu venganza!» —exclamó— «¡Abre el cráneo y trágate los sesos!» Tideo lo hizo, y Atenea, que llegó en aquel momento con el elixir, lo vertió en tierra y se retiró disgustada. Sólo Polinices, Anfiarao y Adrasto quedaban de los siete paladines; y Polinices, para evitar más muertes, propuso que se decidiera la sucesión al trono mediante un combate singular con Eteocles. Eteocles aceptó el desafío ante la puerta de Apolo de la ciudad y en una lucha enconada cada uno de ellos hirió mortalmente al otro. Creonte, su tío, se hizo cargo del mando del ejército tebano y venció a los argivos desalentados. Anfiarao huyó en su carro por la ribera del río Ismeno, y estaba a punto de ser atravesado por la espalda por un tebano que le perseguía cuando Zeus abrió la tierra con un rayo y Anfiarao desapareció sin dejar rastro, con carro y todo, y ahora reina vivo entre los muertos. Batón, su auriga, desapareció con él. Al ver que habían sido derrotados, Adrasto montó en su caballo alado Arión y huyó; pero cuando más tarde se enteró de que Creonte no permitía que se enterrara a los enemigos muertos, fue a Atenas como suplicante y convenció a Teseo para que marchara sobre Tebas y castigara la impiedad de Creonte. Teseo tomó la ciudad en un ataque sorpresa, encarceló a Creonte y entregó los cadáveres de los paladines muertos a sus parientes, quienes hicieron una gran pira para quemarlos. Pero Evadne, la esposa de Capaneo, puesto que su marido había sido convertido en héroe por el rayo de Zeus, no quiso separarse de él. Como la costumbre exigía que el hombre herido por un rayo fuese enterrado aparte de los demás, y se cercase su tumba, se arrojó a la pira general y se quemó viva. Ahora bien, antes de la llegada de Teseo a Tebas, Antígona, hermana de Eteocles y Polinices, había desobedecido las órdenes de Creonte encendiendo secretamente una pira y colocando sobre ella el cadáver de Polinices. Pero al mirar por la ventana de su palacio, Creonte advirtió un resplandor distante que parecía provenir de una pira ardiente, fue a investigar y sorprendió a Antígona en su acto de desobediencia. Llamó a su hijo Hemón, con quien Antígona estaba comprometida en casamiento, y le ordenó que la enterrara viva en la tumba de Polinices. Hemón fingió que se apresuraba a hacer lo que se le ordenaba, pero en lugar de eso se casó con Antígona en secreto y la envió a vivir entre sus pastores. Ella le dio un hijo, que muchos años después, fue a Tebas e intervino en ciertos juegos fúnebres, pero Creonte, que seguía siendo rey de Tebas, sospechó su identidad por la marca de una serpiente que tenía en el cuerpo y que llevaban todos los descendientes de Cadmo, y le condenó a muerte. Heracles intercedió en favor de su vida, pero Creonte se mostró inflexible, por lo que Hemón mató a Antígona y se dio muerte a sí mismo. Según Graves, el oráculo del león y el jabalí de Apolo sin duda expresaba originalmente el buen criterio de constituir reinos dobles para evitar la lucha política entre el rey sagrado y su heredero, como la que provocó la caída de Tebas. Pero el emblema de Tebas era un león, debido a su diosa anterior, la Esfinge con cuerpo de león; y el emblema de Calidón era un jabalí, probablemente porque a Ares, que tenía un templo allí, le gustaba adoptar ese disfraz. Por tanto, el oráculo se ha aplicado a una situación diferente. Escudos con dibujos de animales se utilizaban regularmente al comienzo de la época clásica. No se explica lo de los «rebaños de Edipo», pero Hesíodo se refería, sin duda, a esta guerra entre Eteocles y Polinices, en la que los argivos apoyaron a un candidato sin suerte para el trono de Tebas. La causa de una disputa análoga entre hermanos fue el vellocino de oro, por el que contendieron Atreo y Tiestes; su posesión puso a su dueño en el trono de Micenas. También Zeus tenía carneros con vellón de oro en el monte Lafistio, los cuales parecen haber sido la insignia regia de la vecina Orcómeno y causaron mucho derramamiento de sangre. Hipsípile («puerta alta») era probablemente un título de la diosa Luna, cuyo curso describe un alto arco en el firmamento; y los Juegos Nemeos, como los Olímpicos, debían celebrarse al final del período del rey sagrado, cuando había reinado durante sus cincuenta meses lunares como marido de la suma sacerdotisa. El mito conserva la tradición de que anualmente se sacrificaban niños a la diosa como sustitutos del rey. Él fin de Ánfiarao es otro ejemplo más de la muerte del rey sagrado a consecuencia de estrellarse su carro. La autoinmolación de Evadne recuerda el mito de Alcestes. Las reliquias de una cremación regia encontradas en una tumba de Dendra, cerca de Micenas, indican que, en este caso particular, el rey y la reina fueron enterrados al mismo tiempo; y A. W. Persson cree que la reina murió voluntariamente. Pero los dos pueden haber sido asesinados, o haber muerto de la misma enfermedad, y no hay noticia de un entierro micénico análogo en ninguna otra parte. La inmolación de la viuda en la hoguera del marido, que parece haber sido una práctica helénica, pasó pronto de moda. Él rayo era una prueba de la presencia de Zeus, y como «sagrado» e «impuro» significan casi lo mismo en la religión primitiva —los animales proscriptos en el Levitico eran impuros porque eran sagrados— la tumba de un hombre muerto por un rayo era aislada por una cerca, como la de un ternero que muere de ántrax en una granja moderna, y se le concedían ritos heroicos. Los hijos de los siete paladines caídos en Tebas juraron vengar a sus padres. Se los llama los Epígonos. El oráculo de Delfos les prometió la victoria si Alcmeón, hijo de Ánfiarao, se hacía cargo del mando. Pero él no deseaba atacar a Tebas y discutió acaloradamente la conveniencia de la campaña con su hermano Anfíloco. Al ver que no lograban ponerse de acuerdo sobre si debían o no hacer la guerra, sometieron la decisión a su madre Erifile. Como esta situación no se daba por primera vez, Tersandro, el hijo de Polinices, siguió el ejemplo de su padre: sobornó a Erifile con la túnica mágica que Atenea había dado a su antepasada Harmonía al mismo tiempo que Afrodita le había entregado el collar mágico. Erifile se decidió por la guerra y Alcmeón asumió el mando a regañadientes. En la batalla librada ante las murallas de Tebas los Epígonos perdieron a Egialeo, hijo de Adrasto, y Tiresias, el adivino, advirtió a los tebanos que su ciudad sería saqueada. Anunció que las murallas estaban destinadas a resistir sólo mientras permaneciera vivo uno de los siete paladines originales, y Adrasto, el único sobreviviente, moriría de pena cuando se enterara de la muerte de Egialeo. En consecuencia, lo mejor que podían hacer los tebanos era huir esa misma noche. Tiresias añadió que le daba igual que siguieran o no su consejo, pues estaba destinado a morir tan pronto como Tebas cayera en poder de los argivos. Así pues, a cubierto de la oscuridad, los tebanos escaparon hacia el norte con sus esposas, hijos, armas y unos cuantos bienes, y cuando se hallaron lo bastante lejos hicieron alto y fundaron la ciudad de Hestiea. Al amanecer, Tiresias, que iba con ellos, se detuvo para beber en el manantial de Tilfusa y falleció repentinamente. Ese mismo día, que fue el mismo en que Adraste se enteró de la muerte de Egialeo y murió dé pena, los argivos, al ver que había sido evacuada Tebas, entraron en ella, demolieron las murallas y recogieron el botín. Enviaron la mejor parte a Apolo en Deífos, incluyendo a la hija de Tiresias, Manto o Dafne, que se había quedado en la ciudad y que llegó a ser su pitonisa. Según Graves, esto es una narración de bardo popular que contiene pocos elementos míticos y que podía ser relatada en Tebas o Argos sin ofender a nadie; tenía interés para los habitantes de Psófide, Nemea y el valle del AqueÍoo, se proponía explicar la fundación de Hestiae y la colonización de Acarnania y poseía un fuerte sabor moral. Enseñaba la inestabilidad del juicio femenino, la insensatez de los hombres que complacen la vanidad o la codicia de las mujeres, la prudencia de escuchar a los adivinos que están fuera de toda sospecha, el peligro de interpretar equivocadamente los oráculos y la inevitable maldición que recae sobre cualquier hijo que mata a su madre, aunque sea para aplacar al espíritu de su padre asesinado. Anfitrión, después de matar accidentalmente al rey Electrión de Micenas fue desterrado de Argólide por su tío Esténelo. Acompañado por Alcmena, huyó a Tebas, donde el rey Creonte le purificó y dio a su hermana Perimede en casamiento a Licimio, el único hijo sobreviviente de Electrión, bastardo nacido de una frigia llamada Midea. Pero la piadosa Alcmena no quería yacer con Anfitrión hasta que vengase la muerte de sus ocho hermanos que habían muerto cuando los tafios habían intentado expulsar del trono de Micenas a su padre. En consecuencia, Creonte le dio permiso para que reclutase un ejército beocio con ese propósito y con la condición de que liberase a Tebas de la zorra teumesia; cosa que él hizo pidiendo al ateniense Céfalo que le prestase el célebre sabueso Lelaps. Luego, ayudado por contingentes atenienses, focenses, argivos y locrios, Anfitrión venció a los telebeos y tafios y donó sus islas a sus aliados, entre ellos a su tío Heleos. Entretanto, Zeus, aprovechando la ausencia de Anfitrión, tomó la figura de él y, asegurando a Alcmena que sus hermanos estaban vengados, puesto que, en efecto, Anfitrión había ganado la victoria requerida aquella mañana misma, yació con ella toda una noche, a la que dio la duración de tres. Pues Hermes, por orden de Zeus, había mandado a Helio que apagase los fuegos solares y a las Horas que desunciesen su tiro y se quedasen al día siguiente en casa; porque la procreación de un paladín tan grande como el que se proponía engendrar Zeus no se podía realizar apresuradamente. Helio obedeció, rezongando con el recuerdo de los buenos tiempos pasados, cuando el día era día y la noche era noche; y cuando Crono, el entonces Dios Omnipotente, no abandonaba a su esposa legal para irse a Tebas en busca de aventuras amorosas. Hermes ordenó luego a la Luna que siguiese lentamente su órbita, y al Sueño que amodorrase a la humanidad de tal modo que nadie se diera cuenta de lo que sucedía. Alcmena, completamente engañada, escuchó complacida el relato de Zeus acerca de la aplastante derrota infligida a Pterelao en Ecalia, y holgó inocentemente con su supuesto marido durante aquellas treinta y seis horas. Al día siguiente, cuando Aifitrión volvió, rebosante de entusiasmo por la victoria y lleno de pasión por ella, Alcmena no le acogió en el lecho matrimonial con el arrobamiento que él esperaba. «Anoche no cerramos los ojos— se quejó ella— y seguramente no esperarás que escuche por segunda vez el relato de tus hazañas.» Anfitrión, que no pudo comprender esas palabras, consultó con el adivino Tiresias, quien le dijo que Zeus le había hecho cornudo; y en adelante no se atrevió a volver a dormir con Alcmena por temor a incurrir en los celos divinos. Nueve meses después, en el Olimpo, Zeus se jactó casualmente de que había engendrado un hijo, que estaba a punto de nacer, quien se llamaría Heracles, que significa «Gloria de Hera», y gobernaría la noble casa de Perseo. Al oír esto, Hera le hizo prometer que si a la casa de Perseo le nacía algún príncipe antes de anochecer sería Rey Supremo. Cuando Zeus hizo al respecto un juramento inviolable, Hera fue inmediatamente a Micenas, donde apresuró los dolores de parto de Nicipe, esposa del rey Esténelo. Luego corrió a Tebas y se sentó con las piernas cruzadas ante la puerta de Alcmena, con las ropas atadas en nudos y los dedos fuertemente entrelazados; de ese modo demoró el nacimiento de Heracles hasta que Euristeo, hijo de Esténelo, sietemesino, estuvo ya en su cuna. Cuando nació Heracles, con una hora de retraso, se encontró con que tenía un hermano mellizo llamado Ificles, hijo de Anfitrión y una noche más joven. Pero algunos dicen que Heracles, y no Ificles, era una noche más joven; y otros, que los mellizos fueron engendrados en la misma noche y nacieron juntos y que el Padre Zeus iluminó divinamente la alcoba donde nacieron. Al principio se llamó a Heracles Alceo o Palemón. Cuando Hera volvió al Olimpo y se jactó tranquilamente de haber conseguido mantener a Ilitía, diosa del parto, alejada de la puerta de Alcmena, Zeus fue presa de una gran ira; asió a su hija mayor Ate, quien le había impedido ver el engaño de Hera, juró que nunca volvería a visitar el Olimpo, la hizo girar alrededor de su cabeza sujetándola por la cabellera dorada y la lanzó a la tierra. Aunque Zeus no podía violar su juramentó y permitir a Heracles que gobernase la casa de Perseo, convenció a Hera para que accediese a que, después de realizar cualesquiera doce trabajos que le señalara Euristeo, su hijo se convirtiese en un dios. Ahora bien, a diferencia de los anteriores amores humanos de Zeus, desde Níobe en adelante, Alcmena había sido elegida no tanto por su placer —aunque superaba a todas las demás mujeres de su época en belleza, dignidad y prudencia—, sino con el propósito de engendrar un hijo lo bastante poderoso para proteger tanto a los dioses como a los hombres contra la destrucción. Alcmena, decimosexta descendiente de Níobe, fue la última mujer mortal con la que yació Zeus, pues no veía la posibilidad de engendrar a otro héroe que pudiera igualarse a Heracles; y honró a Alcmena tanto que, en vez de violarla rudamente, se molestó en disfrazarse de Anfitrión y la cortejó con palabras y caricias afectuosas. Sabía que Alcmena era incorruptible y cuando al amanecer le regaló una copa carquesia, ella la aceptó sin dudar como un botín ganado en la victoria: un legado de Posidón a su hijo Telebo. Algunos dicen que fue Ilitía quien impidió el parto por orden de Hera, y una fiel sirvienta de Alcmena, la rubia Galantis, o Galen, la que salió de la alcoba para anunciar, falsamente, que Alcmena había dado a luz. Cuando Ilitía se levantó sorprendida, desentrelazó los dedos y descruzó las piernas, nació Heracles y Galantis se echó a reír ante el buen éxito del engaño, lo que hizo que Ilitía la asiese por el cabello y la convirtiese en una comadreja. Según Graves, Alcmena («fuerte en la ira») sería originalmente un título micénico de Hera, cuya soberanía divina protegió Heracles («gloria de Hera») contra las usurpaciones de su enemigo aqueo Perseo («destructor»). Los aqueos vencieron finalmente y sus descendientes reclamaron a Heracles como miembro de la casa usurpadora de Perseo. El aborrecimiento que sentía Hera por Heracles es probablemente una invención posterior; le adoraban los dorios que invadieron Elide y humillaron el poder de Hera La fábula de Heracles es, en verdad, una clavija de la que se han colgado gran número de mitos relacionados, no relacionados y contradictorios. En lo principal, no obstante, representa al rey sagrado típico de la Grecia helénica primitiva, consorte de una ninfa tribal, la diosa Luna encarnada; su mellizo Ificles actuaba como su heredero. Esta diosa Luna tiene numerosos nombres: Hera, Atenea, Auge, Yola, Hebe, etcétera. Se hace que Zeus personifique a Anfitrión porque cuando el rey sagrado renacía en su coronación se convertía nominalmente en hijo de Zeus y renunciaba a su ascendencia mortal. Sin embargo, la costumbre exigía que el heredero mortal —más bien que el rey de nacimiento divino, el mayor de los mellizos— acaudillase las expediciones militares; y la inversión de esta regla en el caso de Heracles sugiere que en un tiempo había sido él el heredero, e Ificles el rey sagrado. El culto tebano de Galintias es una reliquia del culto de Hera primitivo, y cuando las brujas demoraron el nacimiento de Heracles se disfrazarían de comadrejas. Este mito es más confuso de lo que son habitualmente los mitos; si bien parece que el olimpianismo de Zeus se sentía agraviado por la opinión religiosa conservadora de Tebas y Argólide y que las brujas lanzaron un ataque concertado contra la casa de Perseo. A Tebas acudió Céfalo tras ser desterrado de Atenas por el asesinato involuntario de su esposa Procris. Aquí encuentra asilo en la casa de Anfitrión. Alcmena, temiendo los celos de Hera, abandonó a su hijo recién nacido en un campo fuera de las murallas de Tebas, y allí, por instigación de Zeus, Atenea llevó a Hera a dar un paseo casual. «¡Mira querida, qué niño tan maravillosamente robusto! —exclamó Atenea, simulando sorpresa, mientras se detenía para recogerlo—. Su madre debía de estar loca para abandonarlo en un campo pedregoso. Ven, tú tienes leche. ¡Dale de mamar a la pobre criaturita!» Irreflexivamente, Hera lo tomó y se desnudó el pecho, del que Heracles chupó con tal fuerza que el dolor hizo que la diosa lo arrojara al suelo; un chorro de leche ascendió al firmamento y se convirtió en la Vía Láctea. «¡Pequeño monstruo!», exclamó Hera. Pero Heracles era ya inmortal y Atenea se lo devolvió sonriendo, diciéndole que lo conservara y lo criara bien. Los tebanos muestran todavía el lugar donde se le hizo a Hera esa treta, y lo llaman «La Llanura de Heracles». Sin embargo, algunos dicen que Hermes llevó al infante Heracles al Olimpo, que Zeus mismo lo puso en el pecho de Hera mientras ésta dormía, y que la Vía Láctea se formó cuando ella se despertó y lo rechazó, o cuando él mamó vorazmente más leche de la que podía contener su boca y la arrojó tosiendo. De todos modos, Hera fue la madre de leche de Heracles, aunque sólo por poco tiempo; y por tanto los tebanos le llaman hijo suyo y dicen que se llamaba Alceo antes que ella le diera de mamar, pero cambió de nombre en su honor. Una noche, cuando Heracles tenía ocho o diez meses de edad o, según dicen otros, un año, y estaba todavía sin destetar, Alcmena, después de lavar y amamantar a sus mellizos, los acostó para que descansaran bajo una colcha de lana de cordero, sobre el ancho escudo de bronce del que Anfitrión había despojado a Pterelao. A medianoche Hera envió dos prodigiosas serpientes de escamas azuladas a la casa de Anfitrión, con órdenes estrictas de dar muerte a Heracles. Las puertas se abrieron al acercarse ellas, se deslizaron por el umbral y por los pisos de mármol hasta el cuarto de los niños, con los ojos arrojando llamas y el veneno goteando de sus colmillos. Los mellizos se despertaron y vieron a las serpientes retorcerse a su alrededor y sacando como dardos sus lenguas bifurcadas, pues Zeus volvió a iluminar divinamente la habitación. Ificles gritó, arrojó la colcha de un puntapié y en una tentativa para escapar rodó del escudo al suelo. Sus gritos de espanto y la extraña luz que resplandecía bajo la puerta del cuarto de los niños despertaron a Alcmena. «¡Levántate, Anfitrión!», exclamó. Sin esperar a ponerse las sandalias, Anfitrión saltó del lecho de madera de cedro, tomó su espada, que colgaba de la pared cerca de él, y la sacó de su vaina pulida. En aquel momento se apagó la luz en el cuarto de los niños. Mientras gritaba a sus esclavos soñolientos que acudieran con lámparas y antorchas, Anfitrión entró en la habitación, y Heracles, que ni siquiera había lanzado un sollozo, le mostró con orgullo las serpientes, que estaba estrangulando, una con cada mano. Cuando murieron, se echó a reír, se puso a saltar alegremente y arrojó las serpientes a los pies de Anfitrión. Mientras Alcmena consolaba al aterrado Ificles, Anfitrión volvió a cubrir a Heracles con la colcha y fue a acostarse. Al amanecer, cuando el gallo había cantado tres veces, Alcmena llamó al anciano Tiresias y le refirió el prodigio. Tiresias, después de predecir las futuras hazañas de Heracles, aconsejó a Alcmena que hiciera una gran fogata con haces de aulaga, abrojos y zarzas, y quemara en ella a las serpientes a la medianoche. Por la mañana una sirvienta debía recoger las cenizas, llevarlas a la roca donde se había posado la Esfinge, diseminarlas a los vientos y alejarse corriendo sin mirar hacia atrás. A su regreso, el palacio debía ser purificado con vapores de azufre y agua de manantial salada, y su techo coronado con acebuche. Finalmente, había que sacrificar un jabalí en el altar de Zeus. Todo eso hizo Alcmena. Cuando Heracles dejó de ser un niño, Anfitrión le enseñó a conducir un carro y a dar vuelta a las esquinas sin rozar las columnas. Castor le dio lecciones de esgrima y le instruyó en el manejo de las armas, las tácticas de la infantería y la caballería y los rudimentos de la estrategia. Uno de los hijos de Hermes fue su maestro de pugilato, bien Autólico o bien Harpálico, quien tenía un aspecto tan horrendo cuando peleaba que nadie se atrevía a enfrentarlo. Eurito le enseñó el manejo del arco; o quizás fuera el escita Teutaro, o uno de los pastores de Anfitrión, o inclusive Apolo. Pero Heracles pronto superó a todos los arqueros nacidos hasta entonces, inclusive a su compañero Alcón, padre del argonauta Palero, quien podía hacer pasar la flecha a través de una serie de anillos colocados en los yelmos de soldados puestos en fila, y hender flechas sujetas en las puntas de espadas o lanzas. Eumolpo enseñó a Heracles a cantar y tocar la lira, en tanto que Lino, hijo del dios fluvial Ismeno, le inició en el estudio de la literatura. En una ocasión en que Eumolpo estuvo ausente, Lino le dio también lecciones de lira; pero Heracles se negó a cambiar los principios que le había enseñado Eumolpo, y como Lino le golpeó por su terquedad, lo mató con un golpe de la lira. En su juicio por homicidio, Heracles citó la ley de Radamantis que justificaba la resistencia enérgica a un agresor, y así consiguió que lo absolviesen. Sin embargo, Anfitrión, temiendo que el muchacho pudiera cometer más delitos de violencia, lo envió a una hacienda de ganado, donde permaneció hasta que cumplió los dieciocho años, superando a sus contemporáneos en altura, fuerza y valor. Allí lo eligieron portador del laurel del Apolo ismenio, y los tebanos todavía conservan el trípode que le dedicó a Anfitrión en esa ocasión. No se sabe quién enseñó a Heracles la astronomía y la filosofía, pero estaba versado en ambas ciencias. Mucho tiempo después, cuando Heracles volvió a Tebas una vez terminados sus trabajos, dio a Megara, su esposa, que entonces tenía treinta y tres años, en matrimonio a su sobrino y auriga Yolao, que tenía sólo dieciséis, haciendo la observación de que su unión con ella había sido desdichada. Luego buscó una esposa más joven y más afortunada; y, habiéndose enterado de que su amigo Éurito, hijo de Melanio, rey de Ecalia, había ofrecido casar a su hija Yole con el arquero que pudiera disparar sus flechas a mayor distancia que él y que sus cuatro hijos, se encaminó hacia allá. Según Graves, el amamantamiento de Heracles por Hera es un mito que se basa aparentemente en el renacimiento ritual del rey sagrado de la reina madre. Una ilustración antigua en la que se basa la fábula posthomérica de las serpientes estranguladas mostraría quizás a Heracles acariciándolas mientras le limpiaban las orejas con las lenguas, como le sucedió a Melampo, Tiresias, Casandra y probablemente los hijos de Laocoonte. La ilustración fue interpretada erróneamente por Píndaro, o su informante, como una alegoría del Niño del Nuevo Año Solar, que destruye el poder del invierno, simbolizado por las serpientes. El Heracles dorio comedor de tortas, al contrario de sus cultos predecesores eolios y aqueos, era un simple rey del ganado, dotado con las limitadas virtudes de su condición, y no pretendía poseer conocimientos de música, filosofía o astronomía. Parece que la tarea original de un candidato a rey había sido disparar una flecha a través del enroscamiento de una serpiente de oro, que simbolizaba la inmortalidad, colocada en el tocado que llevaba un niño regio; pero más tarde, cuando la puntería mejoró, a través de una hilera de anillos de yelmo, la prueba impuesta a Alcón; o una hilera de hojas de hacha, la prueba impuesta a Odiseo.

La acrópolis micénica de Tebas, la Kadmeía, ocupa el centro de la ciudad actual. Se levanta sobre una gran colina que, a pesar de su urbanización, conserva su forma primitiva. A. Κεραμόπουλλος fue el primero que realizó excavaciones en Kadmeía, una vasta colina en forma de pera (800 x 500 m), a principios del siglo XX 1906 – 1929), dedicando particular interés a la muralla de la ciudad y a la situación de sus famosas siete puertas. Podemos recordar aquí quienes, según la mitología, fueron los siete aqueos apostados en las siete puertas de Tebas y sus siete oponentes tebanos: Tideo: frente a la puerta Prétide. A él opone Eteocles al hijo de Ástaco. Capaneo: frente a la puerta de Electra. A él opone Eteocles a Polifonte. Eteoclo: frente a la puerta Neiste. A él opone Eteocles a Megareo, hijo de Creonte. Hipomedonte: frente a la puerta Ogigia. A él opone Eteocles a Hiperbio, hijo de Enopo. Partenopeo Arcadio: frente a la puerta Crenea. A él opone Eteocles a Actor, hermano de Hiperbio. Anfiareo: frente a la puerta Homoloide. A él opone Eteocles a Lástenes. Polinices: frente a la puerta Hípsista. A él se opone el propio Eteocles. La Kadmeía limita al este con el barranco de Chryssorroas y al oeste con el arroyo Dirce. De los restos de las murallas ciclópeas, que se encontraron en diferentes lugares de la Kadmeía, se desprende que la muralla micénica seguía una curva de nivel de la colina. Hoy pueden verse restos en cuatro lugares: 1) En el patio del Museo; 2) Sobre la ladera oeste de de la Kadmeía (un poco al norte de la actual Plateía Pouros); 3) En el extremo SE de la Kadmeía, bajo los vestigios más recientes de la puerta de Electra; y 4) Cerca del puente del Chryssorroas, frente a la colina de Megalo Kastelli, en el cruce de las calles Tseva G. con Dim. Vourdoumpa. De las siete puertas de la ciudad no queda rastro alguno de esta época y los que quedan pertenecen a la época helenística (315 a.C.) y se identifican con la llamada puerta de Electra que se encontraba entre dos torres circulares, cónicas en la base y un patio interno circular. Restos pueden verse hoy en la calle Πολυνείκους. Así pues, se supone que estas puertas estaban colocadas en las siete entradas actuales a la ciudad. En el interior de la antigua acrópolis, en la calle Pindarou, detrás del actual mercado de la ciudad, han salido a la luz partes de un gran edifico palacial, destruido por el fuego. Se identifica con la “Casa de Cadmo” (1) que, de acuerdo con la tradición, fue reducida a cenizas por los rayos de Zeus y sus restos fueron conservados como santuario infranqueable. En este sector del palacio, conocido como “antiguo palacio” o “antiguo Kadmeío” (s. XIV – XIII a.C.), se descubrieron trozos de un gran fresco con la representación de una procesión de mujeres, uno de los más antiguos y bellos de la época micénica. Además, en el extremo de un pasillo, cerca de los apartamentos reales, se encontró un gran conjunto de ánforas con epigrafías en Lineal B. Se refieren a los nombres de los productores del vino o el aceite que contenían y a los nombres del lugar de fabricación. De acuerdo con los análisis realizados, las ánforas proceden de Creta occidental. Unos restos de muros (3) y (7) han salido a la luz, en la esquina de las calles Pindarou y Antigonis y se conservan, respectivamente, en la zona de la cimentación del Banco Comercial y en frente de dicha entidad. El segundo gran descubrimiento en la Kadmeiatuvo lugar a principios de la década de los 60. El profesor N. Πλάτων y el arqueólogo E. Τουλούπα sacaron a la luz la llamada “Cámara del Tesoro” (2) (situada 40 m al SO de la Casa de Cadmo, en la esquina de las calles Pindarou y Antigonis) y parte del edificio conocido como “Armería” (4). La primera debe su nombre a los hallazgos de joyas de oro, azurita, ágata y marfil que en ella se encontraron y a un auténtico tesoro de 42 cilindro-sellos de procedencia oriental, guardados en una caja de madera, que pertenecían a reyes y príncipes de oriente. El segundo debe su nombre al conjunto de objetos de bronce (armas, armaduras, etc.) que en él se encontraron. Aquí se desenterraron también las primeras tablillas de Lineal B de Tebas. En el mismo lugar, se encontró en 1995 un conjunto de objetos de lujo de marfil consistente en elementos de decoración para muebles, carros o caballos. En otro lugar de la Kadmeía, en el nº14 de la calle Oidipodos, en la zona de la cimentación de la Oficina de Correos, Σ. Συμεώνογλου descubrió en 1964 – 65 un sector del taller palacial (5) para la fabricación de joyas donde recogió muchas hechas de cristal y de piedras semipreciosas, algunas en estado de elaboración. En 1968, N. Φαράκλας excavó, unos 20 m al norte de la “Casa de Cadmo”, en la esquina de las calles Dim Vourdoumpa y Pindarou, unos restos de almacenes (6) y en 1973 K. Δημακοπούλου restos de otro taller de joyería (9), en el nº 29 de la calle Pindarou. A 80 m al SO de la “Cámara del Tesoro”, en la esquina de Dimokritou con Epaminondou, se encontraron en 1970 por Θ. Σπυρόπουλο otro grupo de tablillas de Lineal B en las que se hacía referencia a divinidades (Hera, Hermes y Potnia) y a importantes ofrendas de lana a las mismas y a sus respectivos santuarios. Las tablillas se encontraban en una parte de un edificio de dos habitaciones, una de las cuales era un baño (8), como prueban los restos encontrados de una bañera de terracota, y la otra podría ser un archivo. En 1982, durante unos trabajos de conservación llevados a cabo por X. Πιτερός, se encontraron 56 sellos con epigrafía referente a sacrificios de animales y banquetes públicos. El último gran descubrimiento en la Kadmeía tuvo lugar en 1993 – 1995 por Β. Αραβαντινός quien, frente a la “Armería”, en la calle Πελοπίδα, descubrió 238 tablillas de Lineal B de diferentes tipos que parecen tener relación con el mundo religioso. En ellas aparecen nombres de personas, deidades, santuarios y de multitud de lugares geográficos de la región. La mayoría de estas tablillas aparecieron en una habitación, caídas boca abajo desde el estante en donde estaban colocadas. Esta habitación formaba parte del “Archivo” (9) de palacio. Los restos arquitectónicos de la Kadmeía referidos arriba, que han salido a la luz desde la década de los 60 hasta ahora, pertenecen, según los estudiosos, al llamado “nuevo palacio” o “nuevo Kadmeío” (mediados del siglo XIII a.C.) el cual se construyó a poca distancia al SO del “antiguo Kadmeío”, después de la destrucción de éste por un ataque enemigo. Los hallazgos encontrados en éste demuestran que Tebas fue un importantísimo centro micénico, comparable a Micenas, con relaciones comerciales con regiones de oriente y del Egeo. Los cementerios micénicos se encuentran alrededor de la acrópolis, en las colinas Ανφείο, Μικρό y Μεγάλο Καστέλι, Ισμήνιο y Κολωνάκι y están constituidos por un conjunto de tumbas de cámara, excavadas en la roca blanda, que han proporcionado también ricos hallazgos. Trabajos de conservación empezaron a efectuarse en 1994 para la de la tumba de cámara monumental llamada tumba de los hijos de Edipo (10) (Eteocles y Polinices) en Μεγάλο Καστέλι. En realidad, son dos tumbas de cámara (unidas para formar un rectángulo con entradas separadas) de épocas diferentes: la mayor del periodo micénico III a (1350 a.C.) y la otra del micénico III b (1250 a.C.). No lejos del museo, en la pequeña colina de Ανφείο, hay un túmulo sobre una pirámide escalonada con una cista denominada Tumba de Anfión y Zeto (11) de finales del Heládico Medio, aunque contiene materiales más recientes que se remontan al periodo micénico. La Kadmeía volvió a ser habitada durante finales del periodo geométrico, como lo demuestra el descubrimiento de dos grandes necrópolis en sus partes NE y NO, el primero de los cuales ha sido excavado recientemente (1999 – 2001) por Β. Αραβαντινού. En el SE de la Kadmeía, en la colina con pinos que se encuentra entre la necrópolis de Άγιος Λούκας y la puerta de Electra, estaba el santuario de Apolo Ismenio (12) (siglo VIII a.C.) cuyo templo se quemó en torno al 700 a.C. Era un importante centro de adivinación cuyos oráculos se daban mediante la observación del fuego y el humo de las cenizas de las víctimas. Cada año, un muchacho cuyos padres vivieran, era investido sacerdote y conducía la procesión de las fiestas de los “Laureados” desde la ciudad al templo llevando una rama de laurel. A finales del siglo VI a.C. el santuario tenía influencia incluso fuera de las fronteras beocias. Fue excavado por Α. Κεραμόπουλλος en 1916. El primitivo templo fue sustituido por otro en el periodo arcaico. Sin embargo, los restos encontrados pertenecen a un templo dórico de dimensiones 46,25 x 22,83 m con una perístasis de 12 x 6 columnas, pronaos dístila y opistódomos in antis que se construyó probablemente después de la victoria de Leuctra (371 a.C.). Del templo arcaico se conservan únicamente trozos de las tejas cerámicas que lo cubrían. Recientes excavaciones realizadas en el entorno de la llamada puerta de Electra (zona de la iglesia de Agios Nikólaos) han sacado a la luz un santuario que se identifica con la llamada “Casa de Heracles” (13) donde, de acuerdo con la mitología, nació el héroe y donde más tarde mataría y enterraría a sus hijos. Este descubrimiento ha puesto de manifiesto la existencia de un culto a Heracles y sus hijos que se instauró en Tebas a finales del siglo VIII a.C. Cuenta Pausanias, que Trasíbulo y los atenienses que con él derrocaron la tiranía de los Treinta – pues cuando regresaron partieron de Tebas – ofrendaron en el Heracleo las estatuas en mármol pentélico de Atenea y Heracles, obras de Alcámenes de tamaño colosal. La Tebas de la época clásica no se limitaba solamente a la Kadmeía sino que se extendía sobre una gran extensión alrededor de ésta y disponía de un segundo amurallamiento de 7 km de perímetro. Pausanias describe muchos santuarios y edificios públicos de esta época que se encontraban dentro de las murallas de la Kadmeía y también dentro del amurallamiento de la Ciudad Baja. Sin embargo, los restos de las casas, cuando existen, son sólo de cimentaciones lo que no es suficiente para tener una idea siquiera aproximada de cuál era la topografía de la Tebas clásica. Se han excavado sectores de las necrópolis de esta época, situadas en varios lugares alrededor de la ciudad que han proporcionado ricos hallazgos. Los restos de la época helenística sí nos han proporcionado, sin embargo, una idea de la extensión y de la topografía de la ciudad en esta época. El descubrimiento de partes de la muralla de la Ciudad Baja nos proporciona la idea de la máxima extensión que tuvo la ciudad, mientras que los restos encontrados de viviendas, instalaciones industriales y edificios públicos dentro del recinto, nos dan una idea bastante aproximada de su funcionamiento. A unos 350 m al SE de la estación de ferrocarril y a unos 100 m al SO de los almacenes de la Ενώσης Γεωργικών Συνεταιρισμών se ha descubierto un sector de un gran edificio rectangular que se identifica con una stoa pública de tiendas (14) que formaría parte del ágora de la ciudad durante las épocas clásica y helenística. En una de las tiendas, escondido dentro de una vasija bajo el suelo, se encontró un tesoro de 8 monedas de plata y 449 de cobre datadas del 288 al 146 a.C., y joyas de oro y piedras semipreciosas. Restos de una segunda ágora se han excavado al oeste del arroyo Δίκρη, en las eras del barrio de Πυρί. Las necrópolis de la época helenística estaban situadas tanto dentro como fuera del recinto amurallado de la ciudad, así como en los alrededores de la misma. El museo El museo se encuentra situado en la calle Θρεψιάδου, 1 en el centro de la ciudad. Las primeras excavaciones en Beocia sacaron a la luz importantes objetos, y ya desde principios del siglo XX se configuró en Tebas una pequeña colección arqueológica. El Museo Arqueológico se fundó en 1905 por Αντώνιο Κεραμόπουλλος en un edificio de dos plantas en el extremo norte de la acrópolis histórica de Cadmía. Este museo fue reemplazado por otro más moderno en el mismo lugar. Fue inaugurado en 1962, después de las importantes excavaciones de Cadmía. A los hallazgos de éstas se sumaron los correspondientes a las excavaciones alemanas en el Cabirio y a las excavaciones de Tebas, Orchomenós y Tanagra. Los hallazgos de la necrópolis micénica de Tanagra se expusieron en una sala particular que fue abierta al público en 1972. La necesidad de un nuevo museo acorde con la historia secular de Beocia ha llevado a la radical reconstrucción y ampliación del antiguo edificio y a la casi total renovación de su material, el cual proviene principalmente de excavaciones recientes. El nuevo Museo Arqueológico dispone de una superficie de exposición de unos 1.000 m2 desarrollados en dos niveles. La exposición se divide en 18 unidades temáticas, once de las cuales siguen criterios cronológicos en lo que a la datación de las piezas se refiere, abarcando el periodo comprendido entre el Paleolítico y la dominación turca (Unidades 3 a 14), y en las que se exponen hallazgos correspondientes a la cultura, vida cotidiana y a la vida social y política en Beocia. La UNIDAD 1 está dedicada a la historia del Museo Arqueológico y de las primeras excavaciones en la región. La UNIDAD 2 está dedicada a los mitos que tienen relación con la región de Beocia. A ella pertenecen las siguientes piezas: Skyphos con grabado de la fundación de Tebas por Cadmo encontrada en Tanagra. Siglo II a.C. Sarcófago micénico de Tanagra con representación de esfinges (siglo XIII – XII a.C.). Kylix de figuras negras con la representación de Heracles y el león de Nemea (siglo V a.C.) encontrado en Akontio. Kylix de figuras negras con la representación de Heracles y el toro de Creta (siglo V a.C.) encontrado en Akontio. Figurita de bronce de Heracles atacando (siglo V a.C.) encontrada en Οίτη. Figurita de Sileno sentado encontrada en Ritsona del siglo VI a.C. Crátera de figuras rojas con Diónisos, Ariadna y una pantera, encontrada en Tebas (siglo IV a.C.). La UNIDAD 3 está dedicada a los primitivos núcleos neolíticos. En ella destaca la vasija cerrada con decoración pintada del 6000 a.C. La UNIDAD 4 está dedicada a los asentamientos de la Edad del Bronce. A ella pertenecen las siguientes piezas: Vasija beocia (Tebas) del 2400 al 2200 a.C. Figurita de marfil de una mujer del tipo cicládico (Tebas 2200 – 2000 a.C.). Pithos con decoración pintada de Eutresis (2000 – 1700 a.C.). Ritón zoomorfo y ritón con forma de odre, importados a Beocia desde las Cícladas (Eutresis. 2600 – 2400 a.C.). La UNIDAD 5 está dedicada a los centros micénicos, principalmente a Tebas y Orchomenós. A ella pertenecen las siguientes piezas: Tablilla de lineal B de los archivos del palacio de Tebas. Dibujo de la tablilla y su traducción. Objetos del palacio de Tebas (siglo XIII a.C.) y trozo de fresco del palacio de Orchomenós. Reconstrucción del tejado de un edificio del palacio de Tebas con tejas cerámicas (siglo XIII a.C.). Fresco con espirales y rosetas de un edificio palacial de Orchomenós. Siglo XIII a.C. Fresco con representación de delfines de Gla. Siglo XIII a.C. Cilindrosellos orientales de azurita del nuevo palacio de Tebas (1300 a.C.). Sarcófago micénico de Tanagra de las cinco plañideras. Mediados del siglo XIV a.C. Sarcófago micénico de Tanagra de los ídolos en las esquinas. Mediados del siglo XIV a.C. Sarcófago micénico de Tanagra de figuras rojas y negras. Mediados del siglo XIV a.C. Sarcófago micénico de Tanagra de los pilares sagrados. Mediados del siglo XIV a.C. Ánfora micénica del antiguo palacio de Tebas, importada de Creta, con la representación de un pulpo. Siglo XIV a.C. Ánfora con inscripción en Lineal B procedente del antiguo palacio. Siglo XIV a.C. Patas de marfil de un trono, con relieves de papiro procedentes de la “Armería” del palacio de Tebas. Siglo XIII a.C. Píxide marfil procedente de la tumba de Megalo Kasteli (Tebas) con representación de esfinge. Siglo XIII a.C. Placa de marfil con representación de cabras procedente del palacio de Tebas. Siglo XIII a.C. Reconstrucción del fresco de la procesión de las mujeres del antiguo palacio de Tebas con una longitud original de unos 14 m. Mediados del siglo XIV a.C. Ánfora de tres asas de estilo palacial procedente de la necrópolis de Kolonaki de Tebas (siglo XVI a.C.). Joyas micénicas procedentes del nuevo palacio de Tebas. Siglo XIII a.C. Sello micénico del nuevo palacio de Tebas con representación de una taurokathapsia. Siglo XIII a.C. Fresco del palacio de Orchomenós en donde se muestra una ciudad costera. Siglo XIII a.C. Fresco del palacio de Orchomenós en donde se muestra una escena de caza. Siglo XIII a.C. La UNIDAD 6 está dedicada a los periodos geométrico y protogeométrico. A ella pertenecen las siguientes piezas: Figurita acampanada de mujer con pies móviles. Tebas, primera mitad del siglo VII a.C. Trípode de piedra de Platea. Finales del siglo VIII – principio del siglo VII a.C. Pithos funerario procedente de Tebas de finales del siglo VIII a.C. Ánfora de asas retorcidas de Vranezi. Finales del siglo IX – principios del siglo VIII a.C. Crátera con representación de guerreros y caballos. Paralimni. Finales del siglo VIII a.C. La UNIDAD 7 está dedicada al periodo arcaico y la fundación de la Confederación Beocia. A esta unidad pertenecen las siguientes piezas: Figurita de mujer sentada en un trono. Akrefnio. Principios del siglo V a.C. Torso de un pequeño kouros de Ptoo de 0,63 m. (550 – 540 a.C.) Kouros de Ptoo en mármol gris de 1,42 m de altura. Mediados del siglo VI a.C. Cabeza de kouros de Ptoo (540 – 530 a.C.). Torso de una estatua femenina dedálica de Liatani. Segunda mitad del siglo VII a.C. Ídolo plano beocio con forma de mujer. Akrefnio. Finales del siglo VI – principios del siglo V a.C. Figurita de un hombre haciendo queso de Ritsona. Finales del siglo VI a.C. Ídolo plano beocio de Ritsona. Primer cuarto del siglo V a.C. Kouros, quizás Apolo, de Eútresis de 1,22 m de altura. Principios del siglo V a.C. La UNIDAD 8 está dedicada a la época clásica y a la hegemonía tebana. A ella pertenecen las siguientes piezas: Skyphos cabirio. Finales del siglo Va.C. Estela funeraria de Pyri (Tebas) con representación de hoplita vestido con chitón, copia de la estela de Aristion del Museo Arqueológico Nacional. Obra ática de principios del siglo V a.C. Kántharos policromado con guerrero subiéndose a un carro y jinete. Primer cuarto del siglo V a.C. Ritsona. Estela funeraria de Thespiés con el difunto sentado en un trono. Segunda mitad del siglo V a.C. La inscripción es muy posterior al relieve. Figuritas de mujeres de la segunda mitad del siglo V a.C. Tebas. La UNIDAD 9 está dedicada a los conflictos que tuvieron lugar en la región durante la época helenística. Cabeza de estatua de mujer de Livadiá. Siglo III a.C. Entablamento funerario helenístico de finales del siglo III a.C., con el nombre de ΣΙΛΑΝΑ. Tebas. La UNIDAD 10 está dedicada a la época romana. Las UNIDADES 11 a 14 abracan el periodo que va desde la época prebizantina hasta la fundación del nuevo Estado Griego en 1840. La UNIDAD 15 está dedicada a las tragedias del ciclo tebano y a una selección de antigüedades. La UNIDAD 16 está dedicada al lugar arqueológico que ocupan los cimientos del museo. En él se conservan parte de una casa del siglo III a.C., tumbas del siglo XVII a.C. y los cimientos de la muralla micénica de Kadmeía del siglo XIII a.C. Un sector de los monumentos es visible en la sala dedicada al periodo arcaico (7). La UNIDAD 17 se desarrolla en el patio del museo donde se exponen estelas, estatuas y restos arquitectónicos. A ella pertenecen las siguientes piezas: León de mármol de tamaño colosal de Pyrí (Tebas) con la epigrafía de Fastías, el cual probablemente se identifica con el homónimo beotarca de principios del siglo IV a.C., los otros leones más pequeños proceden de monumentos funerarios de Thespiés. León de piedra. Extraña escultura de un taller beocio del siglo IV a.C. Thespiés. Palmeta de mármol de una estela funeraria con la epigrafía “Επί Διωνυσίω”. Οbra ática del siglo IV a.C. Platea. Estatua arcaizante de Hécate procedente de Áulide de finales de la época helenística. La UNIDAD 18 está constituida por la torre medieval.

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